¿Por qué se nos duermen las extremidades?

extremidades dormidas

A todos nos ha pasado la sensación extraña de levantarte de la cama y sentir un hormigueo incómodo en el pie o en la pierna; o despertar a medianoche porque no puedes mover el brazo. A esto solemos decir que se nos han «dormido» las extremidades, y no le damos mayor importancia.

De manera general, está sensación de hormigueo se produce después de haber presionado esa extremidad del cuerpo durante un tiempo prolongado, haciendo que se corte la comunicación con tu cerebro.

La presión «duerme» tus extremidades

Aplicar presión hace que las vías nerviosas se compriman y los nervios no puedan mandar correctamente los impulsos electroquímicos. Estos impulsos llevan información sensorial de las terminaciones nerviosas del cuerpo hasta el cerebro, además de instrucciones del cerebro a las extremidades.

Cuando algo interfiere en esta transferencia, no tenemos toda la sensibilidad en la parte del cuerpo y el cerebro tiene problemas para comunicarse con esa extremidad. La presión también puede comprimir arterias, que impiden que los nutrientes lleguen a las células; por lo que esas células nerviosas se comportaran de forma anormal y también provocará interferencias en la comunicación.

Es por eso que la información transmitida desde la extremidad se convierte en confusa y el cerebro recibe mensajes diferentes. Hay células nerviosas que no transmiten información y otras que envían impulsos erróneos.

¿Debemos preocuparnos?

Sentir hormigueo es una señal para que ajustes tu posición y permitas que el cerebro reciba las señales correctas de tu extremidad. Si se te duerme el brazo durante 10 minutos, no existe ninguna amenaza para la salud; pero cortar la circulación durante mucho más tiempo podría hacer que sufrieras algún daño nervioso grave.

Lo normal es que una vez que muevas la pierna, el brazo o el pie, los impulsos nerviosos empiecen a transmitirse de nuevo correctamente, pero es normal que no recuperes la sensación total. Esto se debe a que tu cuerpo necesita un tiempo de reajuste para que los nervios empiecen a transmitir impulsos correctamente.
Esto hace que aumente la sensación de hormigueo, llegando a sentir como si estuvieran clavando agujas. A los pocos minutos, las fibras nerviosas recuperan la normalidad y volverás a tener el total control de tus extremidades.

No tengas miedo, tan solo es un síntoma de alerta para que cambies la posición.


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