En algunas ocasiones se nos pueden pasar las ganas de comer y reducir el apetito. El principio, puede ser algo temporal por algún cambio de hábito, nerviosismo o episodio de ansiedad. Sin embargo, cuando esta situación se alarga en el tiempo, puede ser preocupante.
En este artículo vamos a contarte por qué se reduce el apetito y te da asco la comida.
¿Cuál es la razón de mi falta de hambre?

¿Cuál podría ser la razón de la falta de apetito de una persona si no experimenta sensación de hambre? La duración del trastorno juega un papel importante en la determinación de la causa. Sin embargo, es importante reconocer que casi todas las personas atraviesan una fase de disminución del apetito en algún momento de su vida.
Una variedad de factores pueden influir en el apetito, como los medicamentos, los estados emocionales y los problemas de salud. Como los alimentos sirven como fuente esencial de energía, es imperativo mantener una nutrición adecuada a través de los diversos componentes de nuestra dieta.
Si la falta de apetito persiste y descubres que no consumes suficientes alimentos para que tu cuerpo funcione de manera efectiva, es fundamental consultar a un profesional médico para identificar las causas subyacentes. Las posibles razones podrían incluir un trastorno alimentario no diagnosticado, un problema de salud subyacente o factores relacionados con la edad, entre otros.
Causas de la disminución del apetito

Como se señaló anteriormente, la disminución del apetito se observa con frecuencia en personas en diversas etapas de la vida, atribuible a una amplia gama de factores que difieren de una situación a otra. Sin embargo, en términos generales, las principales razones de la falta de apetito son las siguientes:
Estrés agudo
Uno de los principales factores que contribuyen a la disminución del apetito, especialmente en personas algo ansiosas, es un problema que provoca una respuesta corporal similar a la que se experimenta en el peligro. En consecuencia, se liberan diversas sustancias químicas, incluida la adrenalina, lo que provoca un aumento de la frecuencia cardíaca mientras se inhibe el proceso de digestión.
Medicamentos
Ciertos medicamentos pueden provocar una disminución del apetito como efecto secundario. Si comienzas a tomar un nuevo medicamento y experimentas pérdida de apetito, es prudente consultar al médico que te lo recetó para determinar si esta podría ser la causa subyacente. También puede ser aconsejable explorar opciones alternativas. Cuando se padece una enfermedad, como una gripe o un resfriado, el sistema inmunológico se activa e intensifica sus esfuerzos para promover la recuperación. Esta respuesta implica la liberación de sustancias químicas conocidas como citocinas, que pueden provocar fatiga y una reducción del apetito.
Trastornos endocrinos, en concreto hipotiroidismo
La tiroides es responsable de la secreción de hormonas que facilitan la conversión de los alimentos (nuestra fuente de combustible) en energía. Cuando la producción de hormonas es insuficiente, los procesos metabólicos se desaceleran, lo que da lugar a un menor gasto de energía y a una posible disminución del apetito o del deseo de consumir alimentos.
Envejecimiento
De hecho, la disminución del apetito es otro efecto asociado al proceso de envejecimiento. A medida que las personas envejecen, el sistema digestivo tiende a funcionar a un ritmo más lento. Además, con frecuencia se produce una reducción de la movilidad, lo que da lugar a una disminución del gasto de energía, lo que a su vez conduce a una reducción o ausencia del deseo de consumir alimentos.
Ciertas dolencias o afecciones
Una serie de problemas de salud, como la diabetes y el cáncer, pueden provocar una reducción del apetito.
Anemia
La anemia es una afección caracterizada por la producción insuficiente de glóbulos rojos sanos en el cuerpo. Esta deficiencia puede provocar síntomas como fatiga y debilidad, junto con una disminución del apetito.
Problemas gastrointestinales
La pérdida de apetito también puede atribuirse a trastornos inflamatorios, como la colitis y el síndrome del intestino irritable, así como a afecciones como la depresión o la ansiedad.
Si te encuentras en un estado de depresión o ansiedad, puede producirse la liberación de hormonas que pueden impedir la digestión, de forma similar a lo que ocurre durante los períodos de estrés.
Trastornos alimentarios
Afecciones como la anorexia y la bulimia se caracterizan por una relación poco saludable con la comida. Una preocupación intensa por regular el peso a través del consumo dietético también puede dar lugar a una disminución del apetito.
Disminución del apetito sin una razón identificable
En ausencia de factores emocionales o físicos que contribuyan a una disminución del apetito, hay otros aspectos que merecen consideración. Cada persona posee una fisiología única y las perspectivas sobre la comida pueden variar significativamente. Estas diferencias pueden incluso influir en el horario de las comidas.
Estrategias para abordar la disminución del apetito

Para abordar la pérdida de apetito es necesario tener en cuenta las causas particulares de cada persona. En los casos en los que el problema esté relacionado con un problema de salud importante, como una enfermedad o trastorno, se recomienda consultar a un especialista. Por el contrario, en el caso de factores menos graves que contribuyan a esta afección, existen diversos consejos, hábitos y recomendaciones que pueden ayudar a aliviar la pérdida de apetito.
Vamos a ver algunas sugerencias para ayudar a mitigar la falta de apetito:
Establecer un horario
Para aumentar la frecuencia de tus comidas a lo largo del día, es recomendable establecer una rutina constante designando momentos específicos para comer, como cada cuatro o cinco horas. Al cultivar este hábito, tu cuerpo se adaptará más fácilmente y te acostumbrarás a los momentos designados para nutrirse. Es importante evitar comer en exceso para mantener la consistencia a lo largo del día.
Elige alimentos saludables que sean fácilmente digeribles
Si te encuentras con frecuencia pasando largos períodos sin ingerir alimentos debido a la falta de hambre o si tus comidas consisten en cantidades mínimas, es recomendable incorporar alimentos con un alto valor nutricional en su dieta. Por ejemplo, incluye alimentos ricos en ácidos grasos, proteínas y vitaminas B. Al hacerlo, te asegurarás de que tu cuerpo reciba todos los componentes necesarios para funcionar de manera efectiva.
Otra alternativa interesante es seleccionar alimentos de fácil digestión. Además, si la ansiedad o el estrés son la causa subyacente de la disminución del apetito, es recomendable evitar los alimentos ricos en grasas y azúcares, incluida la bollería industrial, así como el tabaco y el alcohol.
Practicar una actividad deportiva
Aumentar la actividad física o el gasto calórico a lo largo del día puede estimular de forma natural el apetito del organismo. Un aumento del consumo de energía o del esfuerzo hace que el cuerpo indique la necesidad de reponer fuerzas. Es fundamental establecer un equilibrio entre la intensidad del ejercicio y la cantidad de alimentos consumidos para evitar una pérdida de peso involuntaria.
Prácticas de mindfulness
Los ejercicios de mindfulness pueden ayudar a las personas a recuperar la concentración y a destacar la importancia de la nutrición como medio para nutrir el cuerpo. Sin embargo, es fundamental distinguir si una persona se abstiene de comer debido a un trastorno alimentario no diagnosticado o a un problema psicológico, ya que cada situación requiere una terapia, un entrenamiento o un apoyo específico.
Determinar el momento adecuado para buscar atención médica
Si la falta de apetito te parece que no tiene un origen claro, es recomendable consultar con tu médico. Pasar uno o dos días sin ingerir alimentos se considera algo habitual en episodios de enfermedad leve o periodos de estrés importante.
Descuidar una dieta saludable no es una práctica sostenible a corto plazo, y no acudir al médico puede dar lugar a la presencia no diagnosticada de un posible problema de salud, que podría suponer riesgos tanto en el futuro inmediato como en el lejano. Por ello, es recomendable programar una revisión con tu médico de cabecera.