¿Nos podemos bañar en el agua después de comer?

bañar después de comer

Estamos en pleno verano y muchos de nosotros nos vamos con los amigos a pasar el día a la playa o en la piscina. Lo normal es tener en el pensamiento a tu madre diciéndote eso de «no te vas a bañar hasta que no pasen 2 horas y hagas la digestión«. Es una voz que nos taladra la mente cada vez que alguien nos invita a un baño recién terminados de comer.

¿Es realmente cierto que debemos esperar a hacer la digestión? Supongamos que nos referimos tan solo a ducharnos en casa después de comer, ¿también tenemos que contar dos horas de reloj?

¿Por qué el mito de no mojarnos después de comer?

Todo se debe a una serie de factores. El mito de no bañarnos al acabar de llenar el estómago, tuvo origen en épocas de calor, donde el calor o el cambio de alimentación pueden hacer que la digestión sea más pesada.

Es cierto que no se recomienda bañarse con agua fría minutos después de comer, ya que tiene influye directamente en el flujo sanguíneo. Es decir, mientras el organismo hace la digestión, nuestra sangre está concentrada en este proceso para absorber el máximo número de nutrientes. Si nos metemos en agua fría, la sangre de «distrae» y pasará a dividirse las funciones para calentar el cuerpo o mover los músculos.
Además, al igual que tampoco tienes ganas de ponerte a entrenar después de comer, meternos en el mar o en la piscina implica realizar movimientos que vuelven a captar la atención del flujo sanguíneo.

Factores clave: temperatura, cantidad de comida y tipo de baño

No solamente interfiere la temperatura del agua, sino la temperatura corporal, la cantidad de comida que hemos ingerido, el tipo de baño que vamos a realizar…

La temperatura es importante, tanto del agua como la corporal, ya que nos indica fielmente si podemos remojarnos después de comer. Si estás pasando mucho calor y tu cuerpo está caliente, te apetecerá enormemente meterte en el agua de cabeza; el problema es que si el agua está muy fría y estás en plena digestión, es probable que tu organismo no sepa manejar tantos estímulos.
Si se da el caso de que tu cuerpo o el agua estén en una temperatura elevada, tendrás que regular alguna de las dos para igualarlas al máximo y evitar un shock digestivo. Si el agua está fría, intenta bajar tu temperatura poniéndote a la sombra, aprovechando la brisa fresquita e hidratándote correctamente.

Por supuesto, la cantidad de comida también es clave. Cuanto más comas, más le costará a tu cuerpo terminar de hacer la digestión, más tiempo demandará cantidad de sangre y será más fácil de sufrir problemas estomacales.
Lo ideal es comer platos ligeros, con alimentos frescos y naturales para facilitarle la digestión a tu organismo.

Además, también influye el tipo de baño que te vayas a dar. No es lo mismo refrescarte en una ducha que ponerte a nadar 20 minutos como Michael Phelps. Con las duchas tan solo dejamos caer el agua por la piel, sin hacer movimientos repetidos, sin mantener la respiración y reduciendo las posibilidades del shock. Eso sí, evita que el agua esté muy caliente porque los vasos sanguíneos se dilatarán y puedes volver a desviar la concentración de la sangre.


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