En la zona de musculación de los gimnasios y en los WODs de CrossFit es muy habitual escuchar a gente gritar al terminar una repetición con mucho peso. Los hay que chillan hasta con 20 kilos, pero a esos simplemente les gusta llamar la atención.
Realmente sí existe un motivo por el que nos dan ganas (o necesitamos) gritar. Y es posible que a ti también te haya ocurrido después de un sprint, al golpear una pelota de tenis o al terminar una coreografía de Body Combat. Te cuento el por qué sentimos que gritar nos libera, aunque no por ello nos pongamos más fuertes.
Gritar ayuda a liberar la mente
No te voy a negar que hay quienes gritar para captar las miradas de los compañeros allí presentes, pero los que lo hacen sin motivo de narcisismo, tienen una explicación. Varios estudios se han centrado en los efectos que produce gritar cuando entrenamos. Te sorprenderá saber que, además de tener un efecto psicológico que libera la mente, también aumenta la fuerza de la tensión del músculo en un 13%. Ahora ya entiendes por qué Hércules fue capaz de separar Europa de África de un solo golpe.
En las investigaciones se estudió cómo el grito ayudaba a inhibir el dolor y la fatiga física. Asimismo, se confirmó que los deportistas que gritaban antes de de algún esfuerzo intenso, lograban un mejor rendimiento frente a los que hacían el mismo esfuerzo sin chillar.
También sirve como ayuda ergogénica
Las ayudas ergogénicas son aquellas que permiten que logremos hacer más trabajo físico del que sería posible sin ellas. De hecho, ergogénesis significa «producción de energía«; cuando alguna manipulación supone un mejor rendimiento a través de la producción de energía, estamos ante una ayuda ergogénica; si se reduce, es ergolítica.
Este tipo de ayuda puede ser una técnica o una sustancia que mejore el rendimiento, la eficiencia y el control. El grito sería una ayuda ergogénica. Se centran en potenciar alguna cualidad física como la fuerza, velocidad, coordinación, reducir la ansiedad y temblores, controlar el peso o disminuir la fatiga del organismo.
Hubo una investigación, en 1961, que estudió el aumento de fuerza del brazo en el levantamiento de pesas después de gritar. Según estos autores, el grito aumenta la fuerza por encima de los niveles normales gracias a una modificación temporal del funcionamiento del sistema nervioso central. Aseguran que las personas que se contienen el grito, entran en una inhibición netrual que nos les permite expresar su verdadera capacidad. Incluso, llegan a decir que «la utilización del grito es suficiente solamente para bloquear los procesos inhibitorios internos en un sujeto y así llegar a un rendimiento aparentemente supermáximo«.
Y tú, ¿eres de los que grita cuando no puede más?